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Viña del mar/Santiago, Chile
Quiero pasar un verano sobre el nautilus.

jueves, 15 de marzo de 2012

EL primero bostezo de la Capital

Comerciantes levantando puestos, kiosqueros colgando los diarios y camiones abasteciendo a las tiendas. Antes que el sol se presente, Santiago se despierta y nos muestra lo inaudito en calles donde abunda la rutina.

Los buses del Transantiago hoy no están en paro. La ciudad está en su alba y las “orugas” del transporte metropolitano aún mantienen sus luces encendidas. Desde estación Los Leones hasta Universidad de Chile, vemos a los repartidores de “La Hora” y “Publimetro” repartiéndose espacios. La gente, cual si fuera su desayuno, se apodera de un ejemplar y comienza a devorar cada párrafo del periódico.
Los primeros kioscos comienzan a levantarse, sacan el nylon húmedo, castigado por la noche, mientras se aferran a una tasa de café. Es oficial, la mañana ha comenzado.
En pleno paseo Ahumada está Emiliano Aguilera, florista de 60 años que discute con docenas de rosas, “¡Ah, mierda!” – grita con fuerza. Al parecer la flor de pétalos rojos hace estragos en las manos del Florista. Emiliano lleva 30 años en esta faena y con el ceño fruncido, casi a regaña dientes, nos relata los gajes de su  oficio. “Acá vienen tempranito, los que se pelearon en la noche con la señora, encargan el arreglo y se lo llevan en la hora de almuerzo. Así no lo castigan en la noche” – cuenta mientras sintoniza radio cooperativa.  

De aquí hacia allá, casi un malabarista con las cintas, el florista engalana cada caja blanca que almacena a la flor. La cubre con una gran cinta roja y ante tanta mirada, introduce más infidencias, “Otros pasan para  ganarse a la cariñosa de la oficina” – comenta mientras pelea con una acacia.
Emilio sube la radio, advirtiendo que ya se hastió, antes nos despide con una frase, “La gente no lo cree, si no lo ve” – finaliza respondiendo la encrucijada,  ante su decisión de madrugar.

Las mujeres comienzan a abundar, el golpe decidido de su taco anuncia su llegada. El particular pavimento de la Alameda se ve de pronto invadido de bellas trabajadoras que inician su jornada. A un costado, casi invisible, Catalina Remires adorna su puesto. No cuenta con las bellas piernas, ni menos con los desafiantes tacos de las mujeres que preguntan por sus aros y anillos. Ella, simpática en demasía, se adorna con un simple bolso para el dinero y una sonrisa escasa en estos días. 

“¿A qué hora llegaban los niños?” – pregunta con tranquilidad, aludiendo a la nueva marcha estudiantil.
Catalina lleva en este oficio más de 40 años, aun sin  permiso oficial de la Municipalidad. Sólo tiene una tarjeta, castigada por el tiempo, que además califica como vencida. Al fin abandona la sonrisa y nos cuenta su “traba” culpando al Acalde Zalaquett, “Nos reunimos (los comerciantes) con Zalaquett cuando estaba en campaña para ser Alcalde. Nos prometió el permiso Municipal” – Narra Catalina mientras vende unos aros turquesa.

“Luego de ganar íbamos a la Municipalidad y  nos mandaba a la secretaria, cero respeto” – culmina.
Catalina comienza a despedirse, recoge sus cosas aludiendo al inminente conflicto entre carabineros y estudiantes. “Tenga cuidado con esa cámara mijo” – nos advierte mientras se pierde por el paseo Ahumada.

Son casi las 10 y la ciudad parece despierta. Pasan  los “zorrillos” y “guanacos”, la primera marcha del día. Es oficial, Santiago ya está en pie.

NJV.

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