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lunes, 19 de marzo de 2012

EL hotel de los difuntos


El Cementerio General se ubica en la comuna de Recoleta, cuenta con ochenta y seis hectáreas, donde descansan cerca de dos millones de personas. Varios de ellos próceres de la patria.


“El último padre de la patria, el Doctor es el más visitado” comenta Juan Jesús, haciendo  alusión  a  Salvador Allende Gossens.
Entrando al pabellón nueve, camina a paso somnoliento, el hombre de 73 años se acerca a las familias que van en visita de sus seres queridos y pregunta, “¿necesita agüita mija?”. Ante la respuesta afirmativa parte con su botella cola, cortada en dos, a cooperar con el adorno.  Juan José desmiente de entrada los mitos de cosas raras en el cementerio, “no pasa ni una wea” , declara enfático. 

Poco a poco las calles y avenidas se van llenando de viudas, Juan Jesús sonríe, ya que no gana sueldo y debió costear su propio vestuario. Para el , “su propina es mi sueldo”, comenta. Antes de perderse por la avenida O'Higgins, advierte los estragos dejados por el 27F, “de repente vienen a arreglar algo, que Piñera no se olvide que estamos aquí”, finaliza. La destrucción aun se aprecia, incluso con mausoleos abiertos y sarcófagos invitando a curiosear.

El 9 de diciembre de 1821, Bernardo O'Higgins fundó el Cementerio. Antes de su inauguración los difuntos eran sepultados en las iglesias, lo que provocaba emanaciones de los cadáveres, generando focos infecciosos
El Cementerio General es una mini urbe, cuenta con avenidas y calles que invitan a su recorrido. En el se destaca su diversa arquitectura basado en estilo egipcio, griego, gótico, etc. Además cada mausoleo cuenta con su sello distintivo, esculturas, vitrales y bellos jardines, permiten a este vasto espacio destacarse como un gran patrimonio cultural.

Por la entrada principal un guardia asusta a los que se disponen a sacar fotos, “hay ratis de incógnito en cada cuadra, no se les ocurra sacar fotos”, advierte.
Con una sonrisa castigada por la nicotina, este singular funcionario juega con todo aquel foráneo que viene a visitar al cementerio y no a sus residentes, “si los pillan les van a quitar la cámara y se van detenidos”, comenta mientras hace un gesto a otro colega. Después de toda la parafernalia, se levanta de su silla plástica manchada por el sol y señala el camino, “por allá están los Presidentes, “ responde.
 Al pasar por la Avenida O'Higgins se levantan estoicos mausoleos de los íconos de la patria, todo personaje narrado con nostalgia por el abuelo, esta ahí.

Los girasoles de papel comienzan a bailar al ritmo de una suave brisa, mientras los devotos familiares recuerdan con lágrimas al ser querido. Al fondo de este cuadro, una mujer camina un poco y se sienta, guarda un gesto indescifrable, “más allá está el Doctor” comenta. Chela, como le dicen, es la esposa y jefa de Juan Jesús. Más seria y viva, se regocija por lo comentado por el anciano, “gracias a mi Presidenta Michelle yo si tengo sueldo, setenta y cinco mil me dejó la dama”, declara con apego.  Es evasiva a las sonrisas y sólo atina a castigar al pobre Juan José por su demora con el agua, “aquí nada raro pasa, sólo los amigos de lo ajeno” responde Chela. Ante los dichos del guardia y la imposibilidad de fotografiar, resuelve breve, “se pueden sacar fotos”.

Comienza la sombra en Recoleta, las postales son distintas. Nietos presentados a sus difuntos abuelos, padres que miran a su viejo en el cemento desgasto y luego vuelcan la mirada en su retoño, una sonrisa complementa el cuadro.
La tarde se apodera más y más del cementerio, los vivos comienzan a dejar sus calles, los muertos aprecian las nuevas flores que adornan sus lápidas. Las viudas abandonan los suspiros y se pierden por las avenidas.  

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